viernes, 19 de septiembre de 2014

¿Están las madres "modernas" criando "monstruos?









No hay madre joven que no diga "Yo no voy a tratar a mis hijos como mis padres me trataron. Yo les voy a dar todo mi cariño"
No los reprenden para nada y son unas fieras si alguien les llama la atención.
El niño de una sobrina estaba destruyendo la fuente de mi jardín con un martillo, se lo quite y se fue llorando a grito vivo (ni lo toque) y ahí viene la sobrina como un demonio.
“Óigame (ni tío me dijo) a mi angelito nadie lo reprende! El puede hacer lo que quiera"
"Eso será en tu casa pero en la mía, mando yo" Le conteste muy molesto.
Creo que no es necesario medio matar a golpes a un niño para disciplinarlo pero estas madres de hoy no se dan cuenta de que están criando futuros delincuentes o víctimas de delincuentes porque en la calle impera la ley del más fuerte. Ustedes se molestarían porque alguien reprenda a sus "angelitos"
Esta sobrina se hizo la digna y ni la sirena de la fuente me pago. ($400 pesos de daños)
A todo esto le pregunté a un vecino y esto fue lo que me respondió:
Esa es la pregunta que a lo largo de toda la historia de la humanidad nos hemos hecho los miembros de una generación sobre las siguientes.
Como muestra tres botones 3 españoles:
Miguel de Cervantes Saavedra, uno de los escritores con mayor prestigio mundial, también conocido como "el manco de Lepanto", lo que no suele saberse es que en la batalla de Lepanto Don Miguel no militaba en las filas de su patria pues tuvo que salir de ella con 13 ó 14 años después de un incidente en el que al parecer hubo un muerto
Alonso de Contreras, capitán y marino, como el anterior tuvo que huir de Madrid por causas y con edad similares
Santiago Ramón y Cajal, premio Nobel de Medicina, de niño fabricó un cañón con un tronco de árbol ahuecado y reforzado con alambre y voló con él la puerta de la finca del vecino 
Como ves el problema no es nuevo.
Puedes darte cuenta de que el hijo de tu sobrina no tiene que terminar siendo un monstruo, aunque 2 de los anteriormente citados tengan una fama que podemos calificar de monstruosa 
Me sumo a la opinión de que quien necesita un correctivo es la sobrina y no su hijo, corregida la sobrina es de esperar eduque mejor a su hijo 
La idea de reclamarle judicialmente los daños no sería mala siempre y cuando puedas demostrar, con testigos por ejemplo, la autoría de los daños sufridos por la fuente
Además mientras no se disculpe por la actitud de su hijo y la suya propia yo le vetaría la entrada en mi casa de ser tú, pues si Jesús dijo que hay que perdonar 70 veces 7, no se debe olvidar que el perdón no se da porque sí, se da cuando se solicita 
A lo que yo le respondí:
Esto paso hace tiempo el niño es ahora un joven sin control, ha sido arrestado 4 veces por vagancia y en el colegio ya lo expulsaron. Mi sobrina no ha vuelto a mi casa (a Dios gracias) y ella es víctima de la depresión.
MADRES, sean enérgicas y enséñenles a respetar.

Aun es tiempo.

Una emoción fea: La Codicia







Pecado capital, la envidia es una emoción fea. La única prohibida en los mandamientos hebreos —el famoso noveno: no codiciarás…—, consiste en ver destinos ajenos como espejos de nuestros vacíos y carencias. Desear lo que otros —pensamos que inmerecida, injusta y tramposamente— poseen y nosotros deberíamos tener. Posesiones, posiciones, estilos y relaciones pueden ser objeto de la envidia que se aloja en el rabillo del ojo y no lo deja mientras vamos haciendo lo nuestro.

Si envidiar consume y desgasta, sentirse envidiado no es mejor. Quizá por un rato parece ligado, de alguna manera misteriosa —entre indicador y motor— a nuestro progreso. Los demás nos miran, señal de que los dioses nos prefieren. Pero, rápidamente, esa mirada parece poner en peligro esa preferencia. Y todos sabemos que los dioses son caprichosos y, quizá, se fijen con benevolencia en los envidiosos y nos lo quiten todo. O que esos descontentos de la suerte hagan alguna trampa, algún hechizo que nos lleve al despeñadero. ¡A evitar el mal de ojo se ha dicho! ¡Y vaya que la mente se aferra a amuletos, magos, consejeros científicos, entre otros, para neutralizar las ofensivas envidiosas!


La incapacidad para alegrarse del éxito ajeno y desear sinceramente progreso a los demás, así como la alegría intensa cuando los otros fracasan y caen apabullados por los golpes vallejianos de la vida, acompañan la envidia. En pequeñas dosis están presentes en la actividad mental normal, pero, como en nuestra sociedad, cuando se convierten en estilo colectivo y coexisten con intensos esfuerzos por salir adelante sin que haya un campo de juego parejo y árbitros confiables, producen frustración y enormes dificultades para hacer crecer al conjunto.