domingo, 14 de diciembre de 2014

La tecnología va a acabar conmigo.

Tenía un celular simple, pequeño, apenas visible, que solo me servía para recibir y hacer llamadas y era feliz. Cada vez que iba a una reunión aquellos que participaban sacaban los suyos con superpantalla –que te indican hasta si va a llover y algunos te ubican geográficamente, te dicen si eres feliz o no, en qué Dios debes de creer y a qué hora son las misas– y “concientizado” por esos señores me dejé llevar de la moda y me adentré a dar el salto.
Lo primero fue un BB, y me tomó unos días entenderlo hasta que nos llevábamos muy bien; claro, algunas cosas sabía que nunca las entendería, pero ya no solo recibía mis mensajes de correo sino que wasapeaba con los amigos cuando era necesario.
El mundo no se detiene y mi hijo mayor insistió en que debía de comprarme otro más avanzado, estuve varios días pensándolo y, como un reto a mí mismo, me atreví a adentrarme en ese mundo.
El aparato que llegó a mis manos necesitó de un instructor que me dijera cómo operarlo, a pesar de que el manual [soy alérgico a las indicaciones escritas, son como códigos secretos, nunca entiendo nada y me angustian mucho] supuestamente lo decía todo muy claro.
Recibí la indicación, tomé notas en el mismo cel, luego no encontré las notas, y comenzó mi vía crucis. Lo primero es que timbró el cel la primera vez y no pude responder pues no supe cómo hacerlo y me dio vergüenza preguntar.
Nueve llamadas y ninguna respuesta de mi parte hasta que, por pura casualidad, después de estar manipulando frenéticamente el aparato, y al borde de la histeria, deslicé mi dedo para limpiar la pantalla y, sorpresa, escuché la voz del otro lado… estaba en tal estado de nervios que no pude articular una respuesta adecuada.
–Te noto alterado –fue la voz de mi amiga.
–Es que tengo un cel nuevo y aún no sé cómo se maneja.
–No te dejes vencer –me dijo–, te tomará unos días, pero son excelentes, ya yo hago todo por el celular –me respondió.
No sé lo que pensé, pero me dio vergüenza.
Entro al Salón Principal, apago mi cel como indica la voz antes de comenzar. Saludo a todos los conocidos y me siento, con el celular en el bolsillo de mi pantalón.
Vibra, siento una vibración extraña que me recorre todo el cuerpo y me da cosquillas, me toco la ingle para acallar tales movimientos, a mi lado una señora me sonríe y seguro que piensa que algo me pica. Comienza La conferencia y de repente una voz grita Give a Command, y de inmediato me pongo tenso.
Pongo cara de que no soy yo, la voz insiste en perfecto inglés, disimuladamente me aprieto en el mismo lugar anterior y es peor, la voz contesta algo ininteligible, me doy fuerte en el muslo varias veces, la señora me mira asustada y sin ningún cuidado se muda de asiento dejando el suyo, y en su mirada el horror.
El momento es muy embarazoso, ¡quién me manda a pretender entender estos aparatos! La conferencia  arremete y la voz se apaga para dejar lugar a una vibración insistente. Estoy tan nervioso que una risa descomunal me arrebata, todos a mi alrededor me miran y haciendo un esfuerzo tremendo me levanto y entre carcajadas inaguantables salgo del lugar, me siento en la escalinata y comienzo a llorar de la risa.

He vuelto a mi viejo cel, y estoy considerando dentro de poco no tener ninguno… ¡Ah, la edad!