Ventajas:
Nadie controla nuestros horarios y no tenemos que dar explicaciones de lo que hacemos o dejamos de hacer (¿esto siempre nos gusta?)
Limpiamos y cocinamos cuando queremos
Decoramos y le damos al lugar la apariencia que deseamos, sin precisar ponernos de acuerdo con nadie.
Ocupamos la totalidad de los closets (placares), cajones, armarios y todos los espacios libres.
Si tenemos pareja, no verse un par de días suele aumentar el deseo de volver a verse.
Nadie controla nuestros horarios y no tenemos que dar explicaciones de lo que hacemos o dejamos de hacer (¿esto siempre nos gusta?)
Limpiamos y cocinamos cuando queremos
Decoramos y le damos al lugar la apariencia que deseamos, sin precisar ponernos de acuerdo con nadie.
Ocupamos la totalidad de los closets (placares), cajones, armarios y todos los espacios libres.
Si tenemos pareja, no verse un par de días suele aumentar el deseo de volver a verse.
Desventajas:
Llegamos a nuestra casa y está vacía: no tenemos con quién hablar de lo que nos pasó durante el día, nos falta contención afectiva (según varios estudios, compartir nuestras tribulaciones diarias reduce el estrés).
Nos hacemos cargo de todos los gastos del hogar.
Comemos siempre solos.
Algunos nos volvemos más maniáticos con nuestras cosas, y cada vez nos molesta más lo que consideramos desorden ajeno (muchas veces, solo es un orden distinto).
Somos responsables de absolutamente todo lo que implica el manejo de una casa (ir al súper, lavar la ropa, encargarnos de las pérdidas de gas o de las filtraciones de agua).
Hay mayor tendencia a estar tristes. En ciertos momentos sentimos que nos falta algo, añoramos la compañía de otras personas, o de ese ser tan especial que vive en otro lugar…
Sinceramente, por más que en ciertos momentos haya roces o que sea preciso ponerse de acuerdo en muchos temas cotidianos, para mí, sigue siendo la mejor opción compartir la vida; creo que nada se compara a la magia de despertarnos y ver la cara de nuestro ser amado a poquitos centímetros de donde estamos.
Llegamos a nuestra casa y está vacía: no tenemos con quién hablar de lo que nos pasó durante el día, nos falta contención afectiva (según varios estudios, compartir nuestras tribulaciones diarias reduce el estrés).
Nos hacemos cargo de todos los gastos del hogar.
Comemos siempre solos.
Algunos nos volvemos más maniáticos con nuestras cosas, y cada vez nos molesta más lo que consideramos desorden ajeno (muchas veces, solo es un orden distinto).
Somos responsables de absolutamente todo lo que implica el manejo de una casa (ir al súper, lavar la ropa, encargarnos de las pérdidas de gas o de las filtraciones de agua).
Hay mayor tendencia a estar tristes. En ciertos momentos sentimos que nos falta algo, añoramos la compañía de otras personas, o de ese ser tan especial que vive en otro lugar…
Sinceramente, por más que en ciertos momentos haya roces o que sea preciso ponerse de acuerdo en muchos temas cotidianos, para mí, sigue siendo la mejor opción compartir la vida; creo que nada se compara a la magia de despertarnos y ver la cara de nuestro ser amado a poquitos centímetros de donde estamos.
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