En todas las épocas, los padres y madres
han cometido errores en la formación de sus hijos. Esta afirmación recalca que
las equivocaciones de hoy se resumen en una frase: los padres dan demasiado
poder a los hijos. Los padres se preocupan demasiado por ellos y en ese afán
por verlos siempre felices y nunca sufriendo, les dan todo lo que ellos pidan,
incluso las cosas que no necesitan.
Los padres de hoy pertenecen
a la última generación que obedeció y respetó a sus padres y son la primera
generación que obedece y respeta a sus hijos. Hay comportamientos de los padres
que deben ser revisados y corregidos como los errores que se presenta a
continuación:
1. ‘¿Quieres cine o parque?’
Los padres permiten que los
hijos tomen las decisiones desde muy pequeños. Si van a salir a comer les
preguntan qué quieren ellos y los complacen, sin negociar. Si van de paseo a
algún lugar, ellos también eligen. Lo mismo pasa cuando van al cine, o van a ver
televisión, ellos escogen la película, el programa que van a ver.
Esta situación se repite en
todos los ámbitos en los que haya más de una opción y los padres no refutan las
respuestas de sus hijos sino que los complacen sin dudar. Poco a poco se los mal
acostumbra a que ellos son los que mandan a sus padres.
Los niños llegan a pensar que
así como en casa sus padres les hacen caso, en la escuela su maestra y amigos
también deben obedecerlos. Pueden reaccionar agresivamente si no siguen sus
órdenes.
Si se los malcría en la
niñez, esta situación empeora en la adolescencia. En vez de pedir permiso para
ir a un sitio, los jóvenes solo avisan a sus padres.
2.
‘¿Se dañó tu iPod? Toma otro’
Desde que son muy chicos
tienen habitación y baño privado. Estos privilegios muy tempranos no permiten
que ellos aprendan qué significa esperar un turno para bañarse o negociar con
su hermano (con quien comparte la habitación) para apagar la luz antes de
dormir. No viven esas pequeñas situaciones en las que se debe conciliar y
empiezan a creer que siempre tienen la última palabra, porque nunca nadie les
debate sino que ellos toman la decisión.
Esto puede desencadenar
problemas en la escuela, donde deben compartir con los compañeros y no siempre
tendrán todo lo que quieran. Les puede crear confusión que otro niño tenga más
privilegios porque nunca han estado en una situación donde no sea el centro de
atención.
Entre otros privilegios, los
padres les compran objetos demasiado valiosos como celulares, equipos
electrónicos como un iPad. Esto los mal acostumbra a tener demasiado a muy
temprana edad. A medida que crecen van exigiendo mejores cosas y además esto
los motiva a ser más materialistas.
3. ‘¿Quieres plata? Yo te doy’
Acostumbrar a los hijos a
tener siempre un monto de dinero fijo es muy perjudicial. Al tener plata se los
alienta al consumismo, a que compren cosas que a veces no necesitan. Los chicos
corren el riesgo de volverse demasiado materialistas.
Cuando son niños les cuesta
más valorar el dinero y si lo consiguen fácilmente, con solo pedirlo, creerán
que es su derecho. Si en algún momento el padre no puede darles plata,
reclamarán porque creen que es obligación de sus padres entregarles este valor.
En la adolescencia es aún más
peligroso porque el acceso a comprar alcohol o drogas es más fácil si tienen el
poder adquisitivo. Cuando uno de los amigos del grupo tiene liquidez, en la
adolescencia es frecuente que los demás se aprovechen y le pidan que les compre
cosas o los invite a comer. El chico con el dinero no se siente utilizado sino
más bien poderoso, porque cree que tiene el control de sus amigos.
Garantizarles un monto fijo
de dinero es otra forma de entregarles demasiado poder.
4.
‘Hoy no, que estoy cansado’
Los padres y madres trabajan
demasiado hoy porque quieren reunir más dinero para poder dar a sus hijos lo
mejor. Para ganar mejores sueldos deben trabajar más y por eso salen de casa
muy temprano y regresan muy tarde.
Suelen dejar a sus hijos con
la nana o con algún familiar y no están pendientes de qué les sucede a ellos
durante este tiempo. Por lo general, al llegar a casa están cansados y casi no
comparten momentos con sus hijos. Y si comparten a veces esos momentos los
dedican a discutir porque, por ejemplo, el hijo sacó una mala nota o la hija no
terminó de hacer el deber, etc.
Algunos padres no aprovechan
el poco tiempo que les queda con ellos porque prefieren hacer ejercicio o
reunirse con sus amigos. Los fines de semana sirven para compartir más momentos
pero a veces tampoco los aprovechan. Hay padres que quieren descansar de su
ajetreada semana laboral y no ir al parque a correr con sus hijos. Sin darse
cuenta, descuidan el crecimiento de sus vástagos y desconocen con quién salen,
qué hacen, si están en buen camino...
5. ‘Fresco, yo limpio tu cuarto’
Los quehaceres domésticos,
como ordenar el cuarto, recoger su ropa sucia, guardar sus juguetes ya no son
obligaciones que los padres exigen a los hijos, como ocurría antes. Muchos
padres prefieren no exigir a sus hijos que hagan tal o cual tarea porque no quieren
que ellos se enojen. Para no generar conflictos les exigen menos y los padres
terminan haciendo las tareas que les corresponderían a los menores.
Para evitar estos
desacuerdos, los padres se vuelven mucho más pacientes y permisivos. Esta falta
de responsabilidades vuelve a los hijos más engreídos. Saben que tienen
derechos pero se olvidan que tienen deberes. Se pierde ese equilibrio entre dar
y recibir.
Si en casa no se acostumbran
a tener un mínimo de tareas, en la escuela suelen tener problemas en los
trabajos grupales en los que todos deben participar equitativamente en labores
que resultan fastidiosas.
“Pobrecito, es muy niño para
hacerse cargo de eso”, es una frase frecuente de los padres para justificar
esta actitud.
6.
‘¿Verdad que yo soy mejor?’
La inestabilidad en los
matrimonios desencadena una serie de problemas que pueden afectar a los hijos
si no se aborda la situación con madurez.
Cuando se produce un divorcio
o una separación, los padres se sienten culpables y tienden a buscar maneras de
complacer a sus hijos. Los consienten en lo que ellos quieran, sin que haya
conciliación.
Por ejemplo, si un papá ve a
sus hijos solo los fines de semana, quiere que esos instantes su hijo sea
feliz. Lo lleva donde él diga, le compra lo que pida, etc.
Además, tras las
separaciones, muchas veces se produce un deterioro en la imagen de sus padres
porque tanto la mamá como el papá hablan mal de su ex pareja. El hijo recibe
las críticas que su mamá hace de su papá, y viceversa. Esto le crea confusión
porque la imagen de referentes que tiene de sus padres se cae con los
calificativos negativos sobre ellos.
El estrés y la tristeza que
caracterizan a las separaciones a veces distraen a los padres, quienes no se
preocupan por atender las emociones de sus hijos.