Al mirar los titulares de las noticias de los diarios, veo que hay uno que llama la atención a los casuales lectores que pasan por la avenida. Es la que se refiere al asesinato de una madre por su hija en complicidad con su enamorado o por el enamorado en complicidad con la hija.
Sea cual fuera el protagonista de horrendo
crimen, no hay mas que ponernos a reflexionar en qué están haciendo mal, los
padres de hoy. Me refiero a su misión de guías y protectores de los hijos que
con tanto amor trajeron al mundo.
Se conoce que muchos o quizás todos, no vamos
a una escuela para ser papás y la responsabilidad de ellos llega cuando
engendramos a un nuevo ser y no sabemos cómo actuar porque tenemos miedo de
asumir la paternidad, como sea.
Algunos, la asumen según los ejemplos y
principio las hemos recibido en casa, porque es ahí de donde se aprende todo.
La mejor escuela y principal de la vida es la casa, el hogar y si este es
complicado, pues nuestra vida futura es así, complicada.
Algunos hijos, cuando lo son, no reciben
enseñanzas positivas, pero tampoco negativas, sino que estás las adquieren en
la calle, otra gran escuela de la vida. A falta de una se encuentra en la otra
y los mejores maestros ya no son los padres, sino los amigos.
Así que este nuevo crimen no debe llamar
mucho la atención de la forma cómo son los jóvenes, y el porqué actuaron y
actúan así. Es la forma cómo convivieron en sus hogares, cuyos padres pensaban
que ellos eran unos hijos ejemplares y que no “matarían una mosca” en su vida.
“Derechos del niño”, creo que eso ha
parado un poco la disciplina que antes imponían los padres a los hijos que se
portaban mal y ahora lo utilizan como escudo para salvarse de su mala
conducta y los padres se encuentran sin ningún instrumento para corregirlos.
Sino pregunten, la forma como lo corrigieron
a cualquier personaje de la política (no los de ahora, porque estos son unos aprovechadores y abusadores), del deporte y de las
ciencias. El chicotito de tres puntas era uno de ellos y la palmeta en el
colegio era otro.
No había nadie que vaya a casa denunciando a
algún profesor que le habían dado tres correazos por haber cumplido la tarea o
porque no se portó bien en el aula. Por si alguien iba y contaba, los padres lo volvían a castigar, porque el profesor no era un desquiciado para castigarle por gusto.
Acaso ahora tenemos a hombres de bien, trabajadores, responsables y cultos llenos de cicatrices o mutilados por los golpes y castigos que recibían.
Acaso ahora tenemos a hombres de bien, trabajadores, responsables y cultos llenos de cicatrices o mutilados por los golpes y castigos que recibían.
O personas que tiene que pasar por una “terapia”
como ahora lo tiene que hacen miles de niños, como requisito para ingresar a la
pre-escolar.
Cosas del Orinoco, tu no sabes, yo tampoco.
Cosas del Orinoco, tu no sabes, yo tampoco.
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