viernes, 23 de enero de 2015

jejejejeje les conté sobre mi nacimiento?












Bueno, un buen día, del mes de febrero, mi madre se enteró, no sabe cómo, pero se enteró que estaba embarazada y luego de meditar y buscando las palabras apropiadas se lo comunicó al hombre en quien recaía la sospecha: mi padre.

Preparándole uno de sus potajes favoritos, “lomito saltado” con carnecita recién comprada, acompañado con un humeante cafecito y su pancito que recién había salido del horno en la panadería, se sentó a la mesa junto a él.

Con voz temblorosa y dubitativa, comenzó a manifestarle las ocurrencias del día, de que las parejas que se aman y se prodigan caricias nocturnas, tenían como buen fin el de procrear un fruto de ese amor sincero y patatín y patantán, . Todo esto venía porque mi padre era un hombre muy arraigado de las costumbres antiguas.

Como lo habían criado de una manera un poco sin afecto, sentía que los hijos deberían llegar luego de tres o cuatro años, pero mi madre estaba embarazada luego de seis meses de dar a luz a su primogénito y eso era catastrófico para la familia y … para el bolsillo del papá.

Pero como  él es, (y fue) un hombre muy responsable, lo tomó con buenos ojos y le prometió a mi madre que “a la niña” no le faltará nada. Y le aseguró la atención en el hospital del Empleado, a donde  todos los  meses la llevaría a su control pre-natal.

Pasaban los días y semanas, el vientre de mi madre crecía de una manera diferente al que había tenido durante el embarazo del hijo mayor,  hasta que en el mes de octubre, siente por primera vez, los dolores de parto y no es que sea primeriza o segundiza, sino que eran los mismos síntomas cuando parió a su primogénito.

Apenas sintió los primeros dolores, apresuradamente corre al Rebagliati y entra directamente al área de emergencia para que la deriven a Sala de Parto, pero luego de ser examinada, le manifiestan que era una falsa alarma, igualmente sucede dos semanas después y la primera semana de noviembre, acude por el servicio de urgencias y le dicen que no se traume, porque aún faltaba mas tiempo.

Sin embargo... dentro de ella había una personita que estaba apurado por salir a este mundo, hasta que un buen día mi madre siente que la "fuente" se le rompe y no sabe que hacer.

Llama a su suegra, la madre de mi padre, quien un día muy lejano, le llamó ladrón. Esa mujer la ayuda y quiere llevarla al mas cercano centro asistencial porque el no-nato, estaba tratando de salir a como de lugar, del vientre de la mujer, quien se sobreponía al dolor.

Luchan contra el reloj y salen dando un portazo, miran para un lado y para el otro y no ven ningún taxi, no hay nadie que la ayude a trasladarla al hospital y la farmacéutica de una botica cercana, le dice: señora llévela a la clínica que está cerca.

Uyyyy!  los oiditos del aún no nacido, que aún estaban virgen de toda mentira, escuchó, ¡clínica! y la abuela sin medir consecuencias y ayudada por la señorita boticaria, que por casualidad se llamaba Caridad, la trasladan referido centro de salud.

Esta Clínica, que por aquel entonces era una de las mejores de Lima,  exclusiva para gente pudiente y mi madre no lo era, menos mi abuela, pero los galenos al ver a mi madre desfallecer y con el vientre crecido ya punto de reventar, se compadecen y la llevan al quirófano. Cuando le empezaron a hacer el trabajo de parto vieron que la piernita, estaba afuera, el muchacho ya estaba naciendo y eso fue hace muchos años, un once de noviembre.

Esa misma tarde cuando ya estaba envuelto en sus primeras prendas de vestir, se escucha que los galenos discutían, que mi madre y su flamante bebé, deberían abandonar Clínica y ser trasladada a dónde le corresponde a una persona de su nivel social, al Hospital del Empleado.

Mis padres esperaban a una mujercita, pero en su lugar vino al mundo un robusto niño que ahora, luego de muchos años es un profesional de las letras y ha vivido una vida con muchos “baches”, lo cual le ha valido tener muchas anécdotas qué contar.

Y colorín colorado, este cuento se ha acabado.

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