domingo, 16 de octubre de 2011

UNA CITA...



Me habían dicho que las cosas improvisadas salen mejor que las planificadas, pues eso fue lo que me sucedió en días anteriores. Tenía muchos deseos de conocer a una linda mujer que vi en una pagina del Internet y desde que la miré me hice la promesa de que no terminaría hasta tenerla en una mesa, frente a mi hablando de mi vida y de la suya.
Así que esa tarde o noche sucedió lo que tanto anhelaba.

Llegué con varios minutos de antelación y empecé a dar vueltas, como quien reconoce la zona (jejejejejejej, una especie de descubrir por donde debería moverme). Miré un lugar agradable en donde la gente entra y sale con una sonrisa, sinónimo de que los dulces son agradable.
Seguí por mi camino y haciendo recuerdos idos de hace muchos años. Recordé que esas calles eran apenas un remedo de camino que cruzaba de sur a norte y desembocaba en la Carretera Central. Yo transitaba por ahí, montado en una motocicleta de aquellas conocidas como chacarera, y que la usaba para subir cerros y hacer saltos polvorientos.
Esa zona era una de las pocas que se utilizaba y apenas surcaban unos contados vehículos que se perdían en alguna casa que se levantaban en ambas acera. No se podía caminar por ahí, y solo se podía llegar con movilidad propia. Era una barrio exclusivo y los que moraban, se les consideraban de clase alta.
Pero…. ahora, no pude imaginar, cuánto ha cambiado ese lugar, y no solo ahí, es Lima entera. Ya no es la solitaria avenida, donde de cuando en cuando, se veía grupitos de gente reunidos en alguna puerta de las casas que se alistaban a salir de paseo hacia los cerros de La Molina Vieja. Hoy con gran beneplácito he podido ver que es un núcleo económico, que en donde se miré hay tiendas de venta de … cualquier cosa. Piensé qué no falatará.
Mis días de motociclista de motocross, quedaron atrás, un día que estando en la Huaca de Mateo Salado, hoy centro arqueológico de la cultura Lima, tuve un accidente que me hizo desertar de continuar mi afición al deporte de las dos ruedas. Nunca mas hice ese deporte, pero continuaba manejándolo.
En ese momento volví a la realidad y mirando hacia lejos, divisé un Super y me dirigí hacia él y entrando busqué algo que sirva como gesto de cortesía, por aquella invitación de tomar un café en casa ajena. Elegí una torta mediana de Manjarblanco, pero tuve la precaución de llamar previamente.
La voz femenina, que me respondió, me hizo desistir de comprarla, porque ella saldría a darme el encuentro. Esperé en la esquina formada por dos grandes avenidas. Aguardé como hacía muchos años, no lo había hecho, los minutos pasaban y mi nerviosismo aumentaba.
No soy un mocoso, ni un joven. Soy un hombre maduro y quizás mas que maduro. Pensaba que mi experiencia y mi condición de profesional me haría conservar mi ecuanimidad, pero nada de eso sirvió. Estaba nerviosos y nervioso estaba. Un friíto me entró entre mi casaca y la camisa.
A lo lejos pude observar una figura femenina que caminaba. Era ella, la pude reconocer desde una distancia de 500 metros, a pesar de tener 1.80 de medida en mi lente. No sé pero no me equivoqué. Quizás ya la conocía o en algún momento de mi vida la he visto. Wuauuuuu ¡ Mi nerviosismo desapareció cuando le hice una venia para que acerque a mi lado..

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