LA
VECINA
Tendría
como 17 años y Juanitop estaba en todo la época donde se titula, “El despertad
de la juventud”. Sus amigos, los de los edificio contiguo ya tenía sus
enamoradas y salían agarraditos de las manos. Algunos tenían consentimiento de
los padres, mientras que otros se veían a escondidas y estos eran los que mas
se divertían en los jardines y detrás de los árboles.
Él
no quería perder el tiempo en cosas de mujeres, se defendía y siempre se
ocupaba en con algún deporte y hasta ya había aprendido a jugar naipes, el
consabido 7 y medio o el “golpeado con siete cartas, formando dos grupos con un
enchufe”. Tenía una especie de sortilegio porque sus amigos le temían porque
casi siempre ganaba.
Además
en el barrio contiguo se había formado un grupo musical que logró fama entre
las bandas de aquel tiempo. “The Telegrafh” era el conjunto musical que reunía
a seis muchachos de la misma edad y eran muy unidos con él. Los acompañaba para
todo lugar donde tocarán.
Una
noche cuando estaban tocando el referido conjunto y Juanitop se encontraba
sentado debajo del proscenio escuchando tocar, se percata que entre las sombras
un par de ojos lo estaban observando y se incomodó porque lo habían descubierto
sentado, mientras que los demás estaban bailando al son del rock,
Instintivamente
se levantó y se puso a buscar al dueño de esa mirada y caminado entes la gente
que bailaba efusivamente descubrió sorprendido que no era él, sino ella, la
propietaria de esos lindos ojos. Eran de su vecina del barrio y resuelto le
dijo: qué haces acá?.
Estoy
con mi hermano, él me ha traído un rato para divertirme, pero me siento
desubicada, le respondió su vecina y estuvieron conversando y riéndose por
largo rato hasta que en un momento sucedió algo inusitado, Juanitop la tomó de
los brazos y dándose valor la atrajo hacia su pecho y le dio un beso.
Ella
no reclamó nada, simplemente busco mayor refugio en el pecho de Juanitop, y
desde ese momento sus vidas se unieron de manera oculta y desapercibida. Nadie
se dio por enterado el amorío de esta joven pareja.
Los
días posteriores fueron los mejores para Juanitop que la buscaba y espiaba
desde su ventana cuando ella salía a comprar algo. Sus padres eran unos señores
malhumorados que controlaban los movimientos de sus hijos. No importaba ser
varón o ser mujercita, hay que cuidar a los niños, decían.
Los
besos apasionados, las caricias amorosas y las miradas penetrantes eran el
lenguaje que los dos chicos enamorados se daban rápidamente cuando se
encontraban en las escaleras, en los pasadizos de los jardines y hasta detrás
de los autos estacionados. Todo por que sus padres de la vecina no le daban
permiso para el cine o para el circo que es ese tiempo estaba de visita por la
capital.
Hasta
que un día, los vecinos se ponen de acuerdo para ir a la playa y contratan un
ómnibus, que los recoja después de medio día con el compromiso de que lo
devuelvan a las 6 de la tarde. Y los padres de Juanitop se apuntan y los padres
de la vecina también, Juanitop era el chico mas feliz de la tierra.
Llega
el día fijado y el ómnibus llega a la hora en punto y espera que todos los
apuntados suban al vehículo para enrumbar a la Playa. Familias enteras del
barrio apuran el paso para separar los mejores sitios y gozar de una trayecto
placentero y fresco. Todos estaban a bordo Juanitop y sus amigos en el fondo
haciendo chacota.
Les
llaman la atención y los amenazan con dejarlos en la calle si continúan con el
griterío y se callan, hasta estar cerca del malecón del circuito de playas. Las
miradas entre los dos jóvenes enamorados se intercambian entre momento y
momento porque no querían que nadie descubriera su pecado de juventud.
El
bus se detiene y todos se levantan para ser los primeros en bajar y gozar un
minuto mas de la liberad que da la brisa del mar y el agua de la playa. Los
últimos de bajar son Juanitop y la vecina y mientras que se dan un beso veloz
como el aletear de un picaflor, cargan los últimos bultos de cada familia.
Acuerdan
encontrase en las peñas, le dicen que vana a buscar unas lapas, que están
pegadas en las piedras que rompen las olas y que son muy valiosas en algunas
casa para la comida. Se van hacia sus papás y cada uno integra a los ritos
propios, sin dejarse de mirar de lejos.
Las
rocas que fungen de rompeolas, están cerca de donde han levantado carpas y
pidiendo permiso ella se va con unas amiguitas agarradas de la mano, para que
“no se pierdan”, dicen las voces burlonas, que sospechan a donde irán y para
qué. Sube a lo alto y mira que su amado lo espera.
Se
abrazan tiernamente y se prodigan muchas promesas, las cuales con el tiempo, el
viento se las llevara lejos. Cada uno a cientos de kilómetros separados,
mientras que él se encuentra en una isla caribeña, ella ha emigrado al gran
país del norte, ayudado por su hermana mayor y su cuñado. Ha viajado con sus
hijas.
Juanitop
no podría olvidar ese día, esa tarde, esa roca enclavada entre la arena u el
mar y que sirvió de mudo testigo fiel, el cual nunca divulgó los entretelones
de un amor de verano en la vida de nuestro amigo.
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