El día de la
primavera simboliza la renovación de la naturaleza y la creatividad del
espíritu humano. Todos los 21 de septiembre la juventud es protagonista. Y ya
es tradición el festejo con espectáculos en vivo de todo tipo y al aire libre.
La consigna es reunirse con amigos, pasar un día de picnic y aprovechar los
espacios abiertos.
El rapto de Perséfone
Desde los tiempos más remotos, el
hombre, cuando no puede comprender el mundo externo que lo rodea, crea
representaciones míticas. Así, la humanidad ha llegado ha mitificar desde la
salida y la puesta del sol hasta los fenómenos atmosféricos, el crecimiento de
las plantas, el nacimiento y la muerte. La primavera es la estación del
renacimiento... así lo entendieron la gran mayoría de las religiones antiguas
y, a partir de ello, levantaron muchos de sus mitos. En este contexto, la
primavera es vista como lo muerto que renace. Una vez más ocurre el milagro: de
los arboles deshojados renacen nuevos brotes y, una vez más, hay cosecha, es
decir, vida
Mahoma decía: "No
hay gota en los mares, ni fruto en los árboles, ni planta en la tierra que no
tenga en cada semilla un ángel que cuide de ella". La naturaleza está
entonces ligada a lo sagrado y protegida por los guardianes de dios para que al
hombre no le falte el sustento. Para algunos pueblos eslavos y escandinavos,
por ejemplo, los templos consagrados a sus dioses eran bosques, lagos y árboles
sagrados, pero todos celebraban festivales que podían durar semanas porque para
todos los pueblos la primavera siempre era algo festivo.
Las diosas Démeter(1) y Perséfone(2) representaban
para los pueblos de la antigüedad los poderes de la naturaleza, su
transformación y la emergencia cíclica. En la antigua Grecia, el primer día de
la primavera era el día en que Perséfone(2), prisionera bajo tierra
durante seis meses, volvía al regazo de Deméter(1), su madre.
Cuenta Homero
que en el sureste de Europa hubo un tiempo en el que reinaba la eterna
primavera. La hierba siempre era verde y espesa y las flores nunca marchitaban.
No existía el invierno, ni la tierra yerma, ni el hambre. La artífice de tanta
maravilla eraDémeter(1), la cuarta esposa de Zeus(3). De este matrimonio
nació Core, luego llamadaPerséfone(2). Se trataba de una hermosa joven adorada
por su madre que solía acercarse a un campo repleto de flores a jugar. Un día,
pasó por allí el terrible Hades(4)con su temible carro tirado por
caballos. Se encandiló con Perséfone(2) y la raptó para llevarla al
subsuelo, su territorio. Deméter(1), al no encontrar a su hija y con una
antorchas en cada mano, emprendió una peregrinación de nueve días y nueve
noches. Al décimo día el Sol, que todo lo ve, se atrevió a confesarle quién se
había llevado a su hija. Irritada por la ofensa, Démeter(1) decidió
abandonar sus funciones y el Olimpo. Vivió y viajó por la tierra. Esta se quedó
desolada y sin ningún fruto ya que, privada de su mano fecunda, se seca y las
plantas no crecen. Ante este desastre Zeus(3) se vio obligado a
intervenir pero no pudo devolverle la hija a su madre. Es que Perséfone(2) ya
había probado el fruto de los infiernos (la granada) y por eso le era imposible
abandonar las profundidades y regresar al mundo de los vivos. Sin embargo, se
pudo llegar a un acuerdo: una parte del año Perséfone(2) lo pasaría
con su esposo y, la otra parte, con su madre.
Lo que este mito
indica es que cuando Perséfone(2) regresa con su madre, Démeter(1)muestra
su alegría haciendo reverdecer la tierra, con flores y frutos. Por el
contrario, cuando la joven desciende al subterráneo, el descontento de su madre
se demuestra en la tristeza del otoño y el invierno. Así se renueva anualmente
el ciclo de las estaciones y así explicaban los griegos la sucesión de ellas:
el otoño y el invierno son tristes y oscuros como el corazón de Deméter(1) al
estar separada de su hija. La alegría y la serenidad retornan cuando vuelve con
ella, es decir, cuando comienza la primavera.
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