AVENTURA SOBRE DOS RUEDAS
La emoción hace que la adrenalina suba de un momento otro por todo el
cuerpo y nuestro corazón empiece a bombear la sangre mas acelerado y los ojos
se abran mas. Eso fue lo que me pasó ayer casi toda la mañana cuando me apee a
un vehículo automotor de dos ruedas y surcamos las calles de Lima de norte a
sur.
Lo digo, surcamos, porque fue mi hermano quien me dijo que lo acompañe
a hacer su recorrido habitual de inspecciones por diferentes unidades de donde
trabaja para llevar las últimas instrucciones de las actividades programadas
para este domingo, dia de las elecciones generales para elegir al futuro
presidente, periodo 2016-2020.
El viento chocaba mi cara y cada vez nos adentrábamos a las pistas
llenas de autos y camiones. Me sentía volar sobre el asfalto pero mi mente me
transportaba a los años 70 cuando era un joven que entraba a la adolescencia a
pasos agigantados y estaba montado en una moto Susuki 90cc., propiedad de mi
mejor amigo del barrio.
Si ese medio de transporte diría, pues contaría las peripecias que
hacía hábilmente durante mis viajes por las avenidas – aún limpias y sin
tráfico – de la gran metrópolis con potencial de convertirse en una de las
principales de esta parte del continente. Uno podía caminar tranquilamente
porque los choferes conducían bien y no había muchos accidentes.
Recuerdo como si fuera ayer, que en una oportunidad montado en mi moto,
una Honda 125cc, color roja, fiel testigo de mi segunda etapa de motociclista,
nos íbamos fuera de Lima conjuntamente con mas compañeros de aventuras, muchos
de ellos desconocidos que como yo deseaban aventurarse a nuevos destinos y
éramos un grupo compacto que nos ayudábamos, ante cualquier eventualidad.
Me viene a la mente la vez que estábamos camino al balneario de Santa
Rosa, al norte de la capital y en caravana cerca de una veintena de motos
ocupábamos la carretera y no dejábamos pasar a los demás vehículos. No íbamos a
mas de 90 km/h, porque entre todos había códigos que debíamos respetar.
Deseábamos estar presente en la competencia de motocicletas de alta
cilindrada que se llevaría a cabo en el provisional autódromo del referido
balneario, ex profesamente levantado para tal ocasión y todos los de casco, no
debíamos dejar pasar de verlo. Ah! Y uno de nuestro conocidos, “Pocholo” Bulos,
participaba con una Kawasaki 450cc,
motón (aumentativo de moto) preparada para la ocasión.
Y sucedió lo que menos pensaba, luego de la competencia y del segundo
lugar de nuestro “Pocholo” y cuando retornábamos a la capital, mi motocicleta –
mi compañera de aventuras – se quedó en
medio camino, a la entrada o mejor dicho a la salida de Santa Rosa, faltaba
unos doscientos metros de la autopista. No daba, ni para adelante, ni para
atrás.
Y como dije líneas arriba, muchos se detuvieron y trataron de
“reanimarla” pero ella no daba visos de quererlo hacer, y uno mayor con su
casaca de cuero negra y gafas oscuras, al que todos respetaban, dijo: Este
“fierro” se va a mi taller. Nadie hablaba porque su palabra era ley entre los motoristas
y yo solo obedecí porque sabía que allí donde lo llevaban, sería arreglada.
Me subí a la primera moto que vi y no conocía al conductor y empezamos
el retorno a Lima. No era igual que la llegada, sino que aun mas animada y como
copiloto miraba a la mancha de vehículos menores que nos acompañaban. Y por
primera vez sentí la emoción de “volar” sobre una de ellas como copiloto.
Miraba sobre el hombro de mi conductor el velocímetro y esté marcaba sobre los
110 km/h. Yo nunca lo había hecho.
Ufff, que buenos recuerdos y volviendo a la realidad, empecé a ver a
los vehículos que estaban a mi alrededor y me entró un escalofrío que sopese
con el miedo o los nervios, pero no sentí esa emoción que tuve en tiempos idos,
pero estaba ahí sentado en la parte posterior de la moto y cada vez me sentía
mas ofuscado por el tránsito que se “cargaba a medida que entrabamos a Jesús
María y luego a Lince.
Llegamos, sorteando los vehículos y metiéndonos por entre ellos hasta
llegar a las intersecciones donde estaban los semáforos y me enervaba porque
estos duraban mucho o simplemente eran los policías de transito quienes
dirigían el pase y detenciones de los automovilistas. Me pregunto, si ellos
están, porque aún siguen los semáforos funcionando, es que no hay nadie para
ahorrar energía.
Creo que este caos que observé durante mas de tres horas se debe a los
deficientes políticos que tenemos en el congreso ya que estos son los
encargados de regular las importaciones y reemplazo del parque automotor en el
país y si hay mas vehículos que espacio para transitar entonces las
regulaciones son inequívocas.
Por otro lado observé que cada vez que el semáforo o el policía dirige,
los pases y cambios se demoran demasiado y por consiguiente el gasto de
combustible es mayor. Y, aunque no lo crean o se han olvidado esto permite que
el aire, la atmosfera de enturbie con el monóxido de carbono que salen de los
motores (eso era en mis tiempo, pero ahora los gases son mas sutiles, pero con
el mismo peligro para la salud).
No sería que alguien está en contubernio con los dizque productores del
vital elemento automotriz, para que a mas congestión vehicular, mas ganancia. Y
qué tal raza. Este gasto se mide por millones de litros, galones o tanque lleno.
Así es mi apreciación luego de mi letanía subido a una motocicleta de marca
asiática, que tiene arranque de botón y muchos aditamentos que no se para que
michi están.
Y si de subirme a una moto de nuevo… no lo vuelvo a hacer, ni así me
paguen lo que se llevó Alberto Fujimori, me pongan una cuenta en el Gran Caimán
o me den un besito de soledad. Así que hermanito, búscate otro copiloto o haz
como el “viejo”, que tenía un cartelito en el suyo que rezaba: - Dios es mi
copiloto.
Dicen que los tiempos de antes fueron los mejores, pues lo ratifico,
fueron y serán los mejores. A ver quien me contradice… si hasta el azúcar fue
mejor, porque antes echaba dos cucharita para endulzar mi café con leche y
ahora tengo que ponerle hasta cinco para encontrar un sabor que no es igual.
Un saludo. jejejejejejej
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