viernes, 14 de febrero de 2020

Al mirar los titulares de las noticias de los diarios, veo que hay uno que llama la atención a los casuales lectores que pasan por la avenida. Es la que se refiere al asesinato de una madre por su hija en complicidad con su enamorado o por el enamorado en complicidad con la hija.
Sea cual fuera el protagonista de horrendo crimen, no hay mas que ponernos a reflexionar en qué están haciendo mal, los padres de hoy. Me refiero a su misión de guias y protectores de los hijos que con tanto amor lo trajeron al mundo.
Se conoce que muchos o quizás todos no vamos a una escuela para ser papás o mamás y a responsabilidad de ellos llega cuando engendramos a un nuevo ser y no sabemos cómo actuar porque tenemos miedo de asumir alguna responsabilidad que nunca la tuvimos.
Algunos, la asumen según los ejemplos y principio las hemos recibido en casa, porque es ahí de donde se aprende todo. La mejor escuela y principal de la vida es la casa, el hogar y si este es complicado, pues nuestra vida futura es así, complicada.
Algunos hijos, cuando lo son, no reciben enseñanzas positivas, pero tampoco negativas, sino que estás las adquieren en la calle, otra gran escuela de la vida. A falta de una se encuentra en la otra y los mejores maestros ya no son los padres, sino los amigos.
Así que este nuevo crimen no debe llamar mucho la atención de la forma cómo son los jóvenes, y el porqué actuaron y actúan así. Es la forma cómo convivieron en sus hogares, cuyos padres pensaban que ellos eran unos hijos ejemplares y que no “matarían una mosca” en su vida.
“Derechos del niño”, creo que eso es lo ha parado un poco la disciplina que antes imponían los padres a los hijos que se portaban mal y ahora esto lo utilizan como escudo para sallvarse de su mala conducta y los padres se encuentran sin ningún instrumento para corregirlos.
Sino pregunten, la forma como lo corrigieron a cualquier personaje de la política (no lo de ahora), del deporte y de las ciencias. El chicotito de tres puntas era uno de ellos y la palmeta en el colegio era otro.
No había nadie que vaya a casa denunciando a algún profesor que le habían dado tres correazos por haber hecho la tarea o porque no se portó bien en el aula. Acaso ahora tenemos a hombres de bien, trabajadores, responsables y cultos llenos de cicatrices o mutilados por los golpes y castigos que recibían.

O personas que tiene que pasar por una “terapia” como ahora lo hacen con miles de niños, como requisito para ingresar a la pre-escolar.
Cosas del Orinoco, tu no sabes, yo  tampoco.

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